Postal de tiempos (in Spanish)
No apenas se han alzado las casas de la mente
del carpintero y ya nieva
copiosísimamente
sobre ellas. Caramba,
qué amanecer tan triste para un sueño.
Casi no puede avanzar el carro
del correo; espolea a los caballos,
lanza al aire
los brazos por la ventana
buscando al panadero, que se asoma
desde una calle alta, y ambos se hablan
en dialecto por el cielo.
Envidia del pescadero que aguarda
sobre su barca a que la marea suba
y como una esclusa lo incorpore
al parloteo indignado con la nieve.
Un griterío que no oye el brigadier,
bien sentado a la mesa y apurando
con dos caricias, una y dos, la grasa
del cuchillo en el trozo
pinchado en el tenedor.
Ñam. Dirige una sonrisa a su amorcito,
seguramente la última sonrisa,
porque a ésos sí, a ésos
se les caerá el tejado
encima de un momento
a otro.
Pero tú tranquilo, carpintero,
tú hiciste bien la casa.
No te despiertes. No es culpa tuya,
es que es mucha la nieve
y eso tampoco es culpa tuya.
Ni te arrepientas de tus sueños,
que su razón tendrán.
Venga, vuelve a apoyar la
cabeza en los almohadones y sigue soñando
las casas que harás y la nieve que caerá,
los rayos y las centellas que las tirarán
y cómo todo se disolverá,
las bodas de dentro y las de fuera,
las dotes, los misterios y las arras,
almas miserables con almas miserables,
letras negras en la tumba de mármol blanco.
¡Arre o ave, nieve! Sigue cayendo,
cúbrelo todo y cuando ya esté listo,
quizás quede la luz como un amén
y el cielo se parezca al de que aquella otra tarde
en que llegó el Señor
a los suyos diciéndoles: Paz a vosotros.
Juan Andrés García Román
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