[De viaje] (in Spanish)
I.
Inútil pensar que el amor no blanquea
arena húmeda o paredes de isla, sobre todo
ahora
que el futuro
es casi literal. Libros: respiraderos
de conducta. Y a los pies cierto gato sumido
en un sueño simple con gorriones.
Imagina el ecuador entre un extenso horizonte
de súplicas y la profecía publicitaria, una mañana
emprendedora, tus manos aisladas en un mundo
de euforia que no entienden.
Y nos desenvolvemos
en una escena sin estilo, traducimos
paisajes: la raya de costa devuelve una versión
prehistórica
del sonido como límite; el resto —incluida
la respiración de aristas
tensando las fachadas— hoscamente
se ejercita contra el tráfico. El pulmón de hipos
del paseo marítimo despoblado de familias
es un cambio de tema, algo descartado
de la conversación en favor del despilfarro
sensual. Y sin descanso sobre la hierba giran
aspersores.
Entiéndeme: digo que me superas en número
si hablas de nosotros, amor, pero también los hechos
compiten por el lugar
del que volvías cada vez con nuevas preguntas.
Tú: una sustancia puesta en contacto
con su reactivo. Yo, un egoísmo sin blanco.
Y tus cinco sentidos de resistencia
aún piensan
para no tener que creer.
II.
El viento trae el negativo de caras que ha tocado
y es difícil
rastrear su influencia en tus gestos.
Si esto fuera una gran ciudad, tal vez podríamos
visitar el zoológico —ganado que se agrupa
al anochecer mientras en el acuario
los peces tropicales aspiran
haches, en alarde de humildad—.
Pero aquí hemos venido a separar
lo posible
de lo esperable: todo lo que importa
y todo
lo que no importa espera a cuatro horas
por carretera hacia el Oeste. Cambiar de lugar
juntos, equidistar… Volvemos a un terreno
donde la habilidad o el escrúpulo valen más
que la firmeza de carácter, donde las arañas
aún son un placer irreflexivo. Sin labores
domésticas que afilen poses
maternas o paternas, la más frágil
médula de la siesta se abre en opiniones
una y otra vez. Y a la larga la luz lame
ombligos, sirenas rasuradas, noches
para drenar sin más
el resuello de amantes
obsesionando. Si no soy yo
o no es
la verdad quien habla
puedes darme modelos
interiores en piedra y vistas largas sin apenas
obstáculos, algo que prepare la intención
por los bordes.
Después, tumbados en paréntesis, un susurro
decía que aún había tiempo que perder
en averiguaciones
pero pensaba que si alguien nos viera
vería una edad esquemática bajo un techo
casi blanco.
Me corrijo: la simpatía, la voz consciente
puedes negarlas, las proporciones no.
Mi segunda obligación es convencerte.
Andrés Navarro
[De viaje] fue publicado en Un huésped panorámico [A Panoramic Guest] (Barcelona, DVD Ediciones, 2010).
Se puede leer y escuchar el poema traducido al inglés aquí.